Si en esa época yo hubiera conocido a Cristo, no habría hecho las cosas
como las hice. Habría luchado por mi familia, me habría casado, habría orado
porque la oración todo lo puede, al fin y al cabo Jaime es un buen hombre y nos
amaba a Isabella y a mí por encima de cualquier cosa en el mundo, pero no
conocía a el Señor, si bien íbamos a misa, y yo era súper devota de la virgen,
realmente no conocía su palabra.
Yo ya me sentía cansada de la falta de espíritu de Jaime, quería nuevas
cosas, no quería ver como se me pasaba la vida siendo ama de casa, pero sentía
mucho miedo de perder a mi hijita.
Hable muchas veces con él sobre una separación, pero él no quería
hacerlo. Me dijo que si nos íbamos a vivir a Cali el entonces trabajaría y que
las cosas serian diferentes, yo ya no creía en él, se me había acabado la poca
admiración que podía tenerle, además sabia que el viaje era también por
alejarme de mis amigos y del mundo que yo amaba: la actuación, por el cual él
se sentía amenazado.
Tomé una mala decisión, acepté el viaje pero siempre pensando en
devolverme sola a Bogotá y una vez estando allá, decirle que ya no podía seguir
mas con él, en ese momento me encontraba en el montaje de una ópera rock en
Bogotá y era la excusa perfecta para volver, además me tranquilizaba que la
niña iba a estar con mi familia en Cali.
¡Lo hice!, regresé a Bogotá, y estando ahi al principio no sabía cómo
decirle a Jaime. además fueron muchos años juntos, no era fácil dar el paso,
encontré apoyo en unos amigos falsos, personas que en realidad no les importaba
lo que pasara conmigo o con mi hija, si hubiera buscado a Dios en vez de
aquellas personas habría encontrado el modo de salvar mi hogar.
Cuando hable con Jaime se volvió como loco, se fue a Bogotá pero yo como
me sentía tan respaldada no quería hablar con él, hoy me doy cuenta de todo el
daño que le hice, y no solo a él, a mi chiquita.
Las cosas se salieron de control, nuestras familias se metieron y
dejamos que lo hicieran y eso que tanto temía sucedió: me separaron de mi hija.
Ya no puedo cambiar las cosas, ni echar el tiempo atrás, pero pido a
Dios todos los días que sane el corazón de Jaime y le ayude a perdonarme, y que
me de la sabiduría para no cometer más errores.
“Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus
proyectos se cumplirán.”
Proverbios 16:3,
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